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Adiós 2022

Se acaba el año y como otro año más, toca hacer recapitulación de lo que ha pasado.  Pensemos. El año empezó con muchas incertidumbres y con pocas ganas. Venias de un Erasmus y no tenías muchas ganas de quedarte en sevilla. Habías conocido a gente muy guay y la echabas de menos. De hecho, sigues echándoles de menos.  Pronto te embarcaste en un viaje un tanto loco. De concierto a Bruselas con tus amigas. Ahí las viste crecer y ser un poco más fieles a ellas. Empezaron un camino que tú persigues.  Terminaste psicología y te embarcaste en la nueva aventura de las oposiciones. Al principio, con muchas ganas pero después decayeron cuando no te pudiste presentar cuando quisiste. Pero no pasó nada, te ofrecieron tu primer trabajo y lo estás disfrutando mucho.  Por el camino, has conocido a gente muy guay. Has aprendido de errores que cometiste y has aprendido a conocerte un poco más. Ahora sabes que eres capaz de muchas cosas y que algunas dudas con la que empezaste el año, ya no las tienes. 

Trotsky

  Desde el primer momento en el que te recogimos de la perrera, supimos que ibas a ser especial y por eso te pusimos el nombre de un revolucionario, porque revolucionaste nuestras vidas. Hiciste de ellas un mar de aventuras en las que no todas fueron graciosas en su momento, pero luego bien que nos hemos reído de la vez en la que te comiste el teléfono de papá.   Por tí, y por tilín también, nuestro chat de WhatsApp está lleno. Tenemos miles de fotos de tu cara mientras dormías, o de cómo mirabas con esa cara de bobo algunas veces y que nos encantaba. ¡Podríamos montar una galería solo con ellas!  Tus trastadas han dado mucho que hablar, como la vez en la que te saltaste una valla y te fuiste a por los cerdos. Se te acabó la libertad por pleno campo ¡campeón! Pero aún así te venías a nuestros paseos y ¡los disfrutabas muchísimo! Mucho más que la playa desde luego, porque tu hidrofobia jamás supimos cómo quitarla y evitabas rozar el agua a toda costa.  La verdad que volver a sevilla y n

Cuarentena

Levantarse y ver a tu familia. Verlos y saber que van a pasar el resto del día contigo. Ir a desayunar con todos ellos o por lo menos con alguno, en vez de desayunar sola viendo un capítulo de una serie que has elegido para que dure justo los 20 minutos del desayuno. Te duchas, te vistes como te de la gana y te pones a hacer los trabajos de clase. Muchos de ellos grupales, por lo que haces videollamada con tus compañeros a través de una página web que acabas de descubrir. Quizás no sea lo mismo que tenerlos al lado, pero te apañas. Luego, la comida. Vuelves a ser consciente de que no te va a hacer falta esa serie corta para no aburrirte mientras comes. Tienes a la familia contigo. Coméis juntos y cada uno cuenta su día de trabajo duro. A clases. Te tiras toda la tarde encerrada en tu cuarto escuchando a profesores a través de un aula virtual. Al final, te acaban mandando más trabajos grupales e individuales para la semana que viene. No pasa nada, hay tiempo. De nuevo t

Momentos

Parece mentira que dentro de nada ya sea navidad. Y pensar que llevo evitando todo el verano momentos en los que más te he podido echar de menos. Esos intentos han sido en vano. No he podido evitar el necesitar que me acompañaras cada vez que merendaba, o como tú decías “vigilar qué comía”. Te encantaba mirar cómo me preparaba mi leche con galletas principes machacadas y a mi me encantaba ver que te sorprendía la pasta que hacía con ellas, a pesar de tus mezclas culinarias, como migar el pan con aceite en leche y luego morder un trozo de queso, mientras te metías un trozo de ese pan mojado en la boca. He de reconocer que era una de las cosas que más me gustaba desayunar con la abuela y contigo. Gracias a tí, aprendí a comer muchas cosas que jamás hubiera pensado que me podrían gustar. Otras, quizás, las dejaré para cuando sea algo más mayor. Pero no eran esos los únicos momentos en los que pensaba mucho en tí. He pasado el verano esperando a que te despertaras de tu siesta par

Felicidades atrasadas.

Ayer fue tú cumpleaños y a decir verdad, no tuve la valentía de pararme a pensar en cómo lo hubiéramos pasado.  Hoy, un día después, he decidido hacerlo. Y no te puedes hacer idea de lo que duele. Duele ver que no puedo verte, duele el pensar que no puedo agarrar tu mano, ni tu la mía. Duele cada segundo que siento que te has ido. Hace días que he dejado de sentir tu calor, ahora todo está frío. Sin embargo no me lo creo, no he querido ni podido ser consciente de que no estás en tu casa. Pero cada día que pasa te echo más en falta. Estoy segura que un día como hoy, hace un año, hubiera estado pensando en mis cosas, sin pensar que fuera relevante algo tan vulgar como un cumpleaños, una simple fecha más. Sin embargo, un año más tarde se la doy y envidio a mi yo del pasado que no teme a marcharse de tu lado, porque sabe que nunca te vas a ir.  Es increíble lo importante que se vuelve un simple recuerdo. Es lo que te mantiene feliz y a la vez lo que más te hace sufrir, per

Qué pasa.

El pensarlo me genera miedo y el no admitirlo no me produce alivio. El sentarme a reflexionarlo hace que mi pulso se acelere y que mi cuerpo tiemble. Ese pensamiento que ronda continuamente. Esa vaga idea de si realmente es lo que sientes, pero son demasiadas cosas ya en tu mente. No sabes, no entiendes, no escuchas, no hablas.  Vuelan palabras que no tienen sentido, pero si significado. Se habla de conjunto, de comunidad, de grupo o de hermandad.  A veces me siento sola, otras sé que vivo acompañada. A veces me siento ignorada y otras escuchada. Muchas personas comprenden lo que digo, otras muchas hacen que mis palabras caigan al vacío.  Tú conoces esa sensación de querer pegar un grito, de romper tímpanos con ese chillido, de que te escuchen y te entiendan, que te apoyen y te quieran. Abrazos que son necesarios o palabras reconfortantes en momentos clave. Letras de canciones sin sentido que llegan al alma cuando menos se espera.  Tiembla mi cuerpo cuando lo l

De mí para tí.

No entiendo qué está pasando. No comprendo porqué no puedo creerlo. Tengo la sensación de que aún sigues aquí, a nuestro lado. Siempre he pensado que la inmortalidad existía por tí, que tu eras el inventor de ella. Pero parece que me he equivocado, la inmortalidad es solo un producto de películas que no comprenden cómo funciona el ciclo de la vida.  Pero es cierto. Realmente no pienso en tí como en algo que ya ha pasado. Siento que estás presente siempre, que en nada voy a ir a verte. Por eso no siento ni angustia, ni pena, ni rabia. No rezo todas las noches para que vuelvas porque en realidad para mí nunca te has ido. Quizás todo esto sea porque nos despedimos. Nos dijimos un último te quiero la noche de antes de que te fueras. Porque nos pasamos la tarde de antes mirándonos y hablando sobre cosas cotidianas. Porque para mí era todo tan normal que nunca entendí qué estaba pasando. No puedo creer que no vuelvas a decirme que deje de ponerle sal a la comida, o que te pr